Beso.

Una noche así es para enfermarse, decía mi vieja mientras me enroscaba la bufanda tejida por la nona. El beso casi terminal adentro y el ultimo antes del desastre en el ascensor suponían una noche como cualquiera. Ya en sintonía con los otros zombies, comence a deslizarme entre el zig zag de los flashes. Los graves se escuchaban como dentro de una pileta olímpica y las mejillas ya anestesiadas me achinaban los ojos. Con el pelado de la barra ya eramos íntimos y la cajera mi tesorera, estaba creando mi mini universo poco a poco. No era lo más fantástico que pudiera imaginar, solo una mezcla de restos, como la “ropa vieja” del 25 de diciembre. Pero había ejemplares como para el seleccionado de infrahumanos, como “el perla”, “el tiza”, el boludo de“coquito” y yo. Los “tumba” nos decian en el club, aunque eramos unos bebes de pecho frío, ese nombre realzaba lo que nunca tuvimos. En fin, ya mi mundo se había gestado. De pronto el agotamiento me hizo resbalar de tal manera que me partí la boca con el tercer escalón. Inflamado y dolorido me desmayé. Soñe. Comence a carretear en un campo verde ingles y remonté vuelo como un aladelta. Descalzo, sentía el viento helado en los pies, y la humedad de las nubes. Ya enterado de la técnica del planeador humano, jugue un poco hasta que me dormi. El asfalto tiene sabor, nunca lo hubiera imaginado. La calle estaba bien bien fría. Y ahí me acorde de mamá y su beso.