El

Como mezclar arsénico y champú para niños. Como afeitarte contra la corteza de un viejo árbol. Como correr sobre el hielo. Pero era lo que se podia hacer en ese entonces. Sin una cabellera larga y tupida, ni un cutis terso e inmaculado, ni la torpeza dejada de lado, me incline un poquito más. Empecé por ver mis pies, tenía las zapatillas invertidas, la izquierda en la derecha y viceversa. El pelo necesitaba una poda y mi seño se relajó, como cuando las personas se van de a poquito?, bueno así. En ese instánte lo sentí, todo empezó a supurar. Desde mis dibujos tétricos infantiles hasta el último orgasmo, supuré todo de golpe. Como cuando salíamos de adolescentes y nos tomabamos varios “punta a punta”, así pero por todos los poros de mi cuerpo. Había un olor a putrefacción casi exquisito. El timbre cortó los borbotones y un cálido “hasta el lunes que viene!” me dejó con ganas de catar esa delicia.
Me desaté los cordones, me acomodé los huevos y me prendí un pucho. Ya era tarde para revolcarme conmigo en la cama, la verdad que en la semana muchas ganas no me dán, que se yo, es que termino muy cansado después del laburo. Lo mejor es dormir en esos casos, sin soñar, sólo irte lejos de la almohada. El antojo se me fué por suerte, y pensé en degustar de a poco, así no me empacho.