Fortuna.

Ya no le quedaba un duro al pobre tio. La escasa fortuna que le toco se esfumó como tanga de gato de turno. Al principio pensó en mil posibilidades de exterminio monetario, pero el destino se lo borró de la hoja en blanco. No pensaba en gastarlo en la noche, ya le había dado bastante como para que se jubile, tampoco en psicotrópicos, estimulantes y/o sedantes, ya que todo eso lo llevaba encriptado en su corazón. Entonces fué ahi donde se le ocurrió entregar cada penique a su alma, esa sí que no recibia comisión hace rato. Al momento del depósito se le apareció un cajero humeante y con los típicos cuernitos rojos. La nueva oferta era tentadora, el interés anual conveniente y el riesgo casi ínfimo. Sin lentes y con trazo flojo firmó la papeleta, obviamnente sin leer el pie de página. Ya lo tenia todo, mujeres, coches de lujo, comidas exóticas, hasta la bombonera para pelotear con el pelusa cuando quiera. Pero eyaculaba y no tenia orgasmos, conducía a 300km/h y no se le enfriaba la espalda, masticaba lomos jugosos y no se le hacia agua la boca, la tocaba de pechito y de un zarpazo al angulo y no le estallaba el pecho.
Qué simple era todo, lástima darse cuenta tarde.